Estábamos todos expectantes para leer la crónica que en esta ocasión se encargó de hacer nuestro compañero Santi, pero la espera bien merece la pena.
Aquí os dejo con la crónica de la carrera por la mano de Santiago Hernández Francés.
DESAFÍO LURBEL RIO MUNDO 2015
Amanece y en mi cabeza se mezclan
los sonidos. Uno de ellos el de la música que aún resuena tras los primeros
pasos de esta aventura. Otro sonido, el de los mismos pasos y comentarios de
los que atravesamos estas calles con la emoción y el respeto de este
desafío. Y quizá el sonido más fuerte,
el interior, el que está generando mi cabeza y no desde estos primeros minutos
de nervios y excitación, porque esto ya había empezado antes…
…empezó antes y no por la mañana
cuando al levantarme, salí a la calle para decidir si íbamos de “largo o de
corto”, mientras como en un laboratorio se iban mezclando en los bidones las
sales, los geles y demás “potingues”…
Ni por la tarde, cuando
recogíamos el dorsal en la misma plaza donde pretendíamos culminar este reto,
mientras en la boca del estómago corría un gusanillo su “trail” particular…
Esto había empezado antes,
durante todas esas mañanas junto a Javi, Oscar, Nacho, Carlos, Alfonso y todos
los que algún día compartieron kilómetros de tierra e ilusión.
Empezó con todos esos mensajes
lejanos de Nacho que tan puntualmente
nos animaba, y un poco nos envidiaba por no poder estar con nosotros.
Y con esos consejos de Isma desde
la segunda línea, que aunque se quedó en su cancha particular, parte de él
estaba encima de un risco con nosotros…
Y con los demás Pumas que vivían
expectantes e iban semana a semana haciendo sus apuestas.
Porque esto lo hemos vivido como
una gran expedición, que aunque sólo uno sea el que corona la cumbre, todo el
equipo se lleva la gloria, porque como dice Nacho “Esto es lo que significa ser
un Puma”.
Y mientras estás pensando todo
esto, casi sin darte cuenta, formas parte de una gran fila multicolor cada vez
mas silenciosa que sube por un bosque viejo, umbrío y húmedo por la fina lluvia
que nos acompaña en estas primeras horas… Esta carrera tuvo tres momentos como
sus tres cimas. La primera te invitaba a un viaje interior. Era como si aun
estuviéramos en un sueño profundo, rodeados de árboles centenarios, musgo y
todos esos sonámbulos en fila queriendo despertarse. Algunos nos despertamos
con la primera bajada; rápida por el buen terreno y porque las piernas aún
estaban enteras. Nos obligamos a comer y beber algo en el primer
avituallamiento mientras pasábamos bajo Los Chorros disfrutando de este
grandioso espectáculo bajo una lluvia que por momentos archivó todo lo anterior
en nuestra retina y dio paso a otra etapa…
Nos acercábamos al puerto del
Arenal, mientras el sol tímidamente iluminaba la carrera y el pico del
Padroncillo que nos encontramos casi de golpe al cruzar la carretera. Por una
zona abierta, animada por vecinos y familiares, y llena de luz, veíamos sobre
nuestras cabezas las antenas de la cima y un rastro de gente como si fueran las
migas de pan que nos indicaba el camino. Poco a poco la llanura se convertía en
pista, la pista en camino, el camino en senda, y la senda… ¿y la senda…? De la
misma manera que se estrechaba “la senda”, se iba empinando más y más, cuando de
pronto y después de un “campo de piedras” nos asomamos como en un teatro, al palco principal. El espectáculo era digno
de una gran ovación que seguro que todos dimos en nuestro interior. A nuestros
pies el pueblo, a la derecha todo el bosque que habíamos dejado atrás, y a la
izquierda y casi sin querer verla “La Almenara”. En vez de mirarla porque casi
no nos atrevíamos, seguimos desfilando por las “entrañas” de este teatro en las
que discurría gente en todos los sentidos. Nosotros íbamos buscando a nuestros
senderistas que tras saludarnos y contarnos parte de la función, les animamos a
disfrutar de nuestro mismo palco principal unos metros más adelante.
La bajada nos la tomamos con más calma porque
entre la dificultad, la gente y las piernas que ya no estaban tan enteras, no
valía la pena arriesgar. Pese a eso, en cuanto vimos oportunidad nos dejamos
llevar por la locura de los descensos para ir acercándonos a otro
avituallamiento en el Campamento de Los Muchachos, y recomponer nuestro cuerpo
y nuestra mente de alimento y pensamie
ntos positivos para afrontar lo que iba a
ser el episodio más duro de esta película.
Después de la bajada llegamos a
una zona de transición en la que nos daba vergüenza no correr para no defraudar
al niño que en un puente daba la mano y animaba emocionado a todos los que
pasábamos como si fuéramos sus héroes. Pero tuvimos que volver a caminar cuando
el niño dejó de vernos y cuando se acercaban las primeras cuestas para subir a
Riópar Viejo. Como si fuera un anuncio en el descanso de la película y después
de otro avituallamiento en el pueblo se acercaba lo más interesante, el
desenlace, la épica… La batalla por decidir, el ejército diezmado, las fuerzas
justas, las dudas creciendo cuando algún “guerrero” te adelantaba.
Poco a poco, controlando los
pinchazos, los calambres y a esa mente traicionera que intentaba que nuestro
cuerpo se detuviera, fuimos subiendo por un sendero largo, muy largo y cada vez
más empinado (o al menos eso opinaban nuestras piernas…). Sabíamos que no era
una cima, sino tres, y la primera ya la imaginábamos cerca cuando pasamos del
calor y el resguardo del barranco, al
aire que nos encontramos al llegar a la cresta. Pero esto solo era el
principio. El aire se convirtió en un fuerte y frio viento, que mezclado con un
terreno descarnado, de piedras afiladas y difícil de correr, hacía más dura si
cabe esta travesía. Dispersados por esta cresta, que pese a lo dura, era
espectacular por sus paredes verticales y sus amplias vistas, los actores de
esta película por un momento vislumbramos el fin, ya que no mucho más abajo se
veía el último y ansiado avituallamiento. Pero los guionistas dieron un giro al
argumento, y como en una del oeste, al malo aún le quedaba la última bala. Una
pared que cada uno subió como pudo… Unos a gatas, otros se paraban mareados a
la mitad, y nosotros por una extraña fuerza y una motivación extra, la
superamos con pundonor. Miguel Flor, al
que adelantamos allí mismo, también se sorprendió con la fuerza que lo
superamos, de hecho unos días después nos envió un mensaje por Facebook, que
personalmente me emocionó y resumió a la perfección nuestra carrera: ” Me alegré mucho de veros adelantarme con
esa fuerza e ímpetu. Parecíais uno solo. Enhorabuena”. (Gracias Miguel…).
Muerto ya “el malo”, y
convencidos de que seguro que la película tendría un final feliz nos lanzamos
para abajo a todo lo que daban nuestras doloridas piernas. Algún fotógrafo
local captó nuestra rabia y felicidad en pleno descenso, y aunque cualquier
pequeña rampa nos obligaba a volver a caminar, teníamos ya la mente puesta en
esa línea de meta. Tan obcecados estábamos, que nos saltamos unas señales en
los últimos kilómetros. Afortunadamente subsanamos rápido el error y entramos a
Riópar para afrontar los últimos metros con la misma emoción de los que nos
esperaban allí.
Besos, sonrisas, abrazos,
orgullo, emoción… Habíamos llegado…o no. Pues no, aun no habíamos llegado,
porque si verdaderamente éramos uno, esto no había terminado… Al rato llegaron
nuestros senderistas, con la misma emoción que nosotros, cansados y
orgullosos…pero esto aún no había terminado, y aunque estábamos tentados de
irnos a la ducha y colocar ya los créditos finales, teníamos que estar todos,
así que después de casi dos horas y como
en una conexión mágica, al subir la calle para buscar a Pedro “Montxy para los
amigos”, en ese mismo instante él dobló la esquina, y haciéndole el pasillo
triunfal, admiramos todos el pundonor, la constancia, la fe, el compañerismo,
porque en esos momentos estaba entrando un Puma a la meta del Desafío Lurbel.
Gran crónica Santi chapo!
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